Me llamo Fatmeh y tengo 42 años. Nací en la ciudad siria de Alepo, aunque he vivido casi siempre en Damasco, donde formé mi familia y tuve a mis seis hijos con Yasser, mi marido. Nuestra vida era normal y no nos faltaba de nada pero, con la guerra, todo cambió. Acudir al trabajo, al colegio o simplemente salir a comprar el pan podía suponer no regresar con los tuyos. El miedo se instaló en nuestras vidas.
Una bomba alcanzó nuestra casa aunque, gracias a Dios, no tuvimos que lamentar ninguna pérdida personal, como sí les ocurrió a otras familias y amigos. Esto nos obligó a desplazarnos por Siria mientras la salud de mis hijos empeoraba. Hasta que la situación se volvió insostenible y no tuvimos más remedio que irnos del país. Fue el 27 de noviembre de 2013.
Fuimos a Líbano, donde no sabíamos lo que nos esperaba. Pasamos de nuestro hogar de tres plantas a una pequeña tienda en la calle, donde no teníamos ni siquiera un baño, ni una cocina. No encontramos trabajo porque preferían a personas jóvenes o niños, así que, para poder mantenernos, mis hijos tuvieron que ponerse a limpiar casas y a trabajar en comercios.
La vida fue muy dura esos 4 años. La convivencia era complicada y no podíamos asumir los gastos médicos para que atendiesen a nuestros hijos. Después de mucho sufrimiento, se nos dio la oportunidad de venir a España. No queríamos alejarnos más de Siria, pero aceptamos porque era lo mejor para todos.
Aquí nos hemos sentido acogidos, queridos. Mis hijos han recibido las atenciones médicas que necesitaban. Todos van al colegio y aprenden el idioma mientras su padre y yo buscamos trabajo.
Después de años de incertidumbre, volvemos a contar con unas garantías que hace no mucho tiempo eran un leve recuerdo de una vida pasada. Seguimos extrañando Siria, nuestro hogar, pero ahora miro a mis hijos a los ojos y ya no veo el miedo en su mirada. Hemos perdido mucho en este tiempo pero mantenemos lo más importante: a nuestra familia.
Conmueve hablar con esta familia de Siria que huyó de la guerra. Duele escuchar sus testimonios sobre los bombardeos, el éxodo por el país y la discriminación que padecieron en Líbano. Pero también emociona ver el brillo de sus ojos al recordar cómo se enamoraron y al relatar los sueños de sus hijos en España. Perdieron la casa, el dinero y una vida cómoda en Damasco. Pero conservan lo que más amaban: la familia